jueves, 26 de marzo de 2015

Los jueves relato: Palíndromos

Esta semana, Charo Cortes nos invita a un reto dificil, crear un relato en el que estén presentes uno o varios de los palíndromos que ella ha creado y que están a continuación. Espero haber acertado el relato con lo que se pedía:

Palíndromos:
-Acaso hubo buhos acá
-La ruta nos aportó otro paso natural
-Se corta Sarita a tiras atroces
-No subas abusón
-La turba bajaba brutal
-Oír ese río
-Anita lava la tina
-Átale, demoniaco Caín, o me delata
-Amo la pacífica paloma
-Se van sus naves



El hombre de la puerta

Al abrir la puerta él estaba allí plantado sobre el felpudo, serio y sombrío como acostumbraba. No lo esperaba y por eso me sorprendió ver su fantasmal figura ante mí tan temprano. Le conocía bien, éramos compañeros desde hacía tanto que ya casi ni podía hacer memoria. Todos le llamaban Cheers, como aquel bar tan de moda, apodo que a él no le gustaba nada, decía que era un maldito nombre de stripper de cabaret y entraba en cólera solo de oírlo. Era un tipo raro de narices, se pasaba el día buscando frases idiotas, tan absurdas y chaladas como él mismo, y que según decía se podían leer del derecho y del revés; palíndromos las llamaba: “la turba bajaba brutal”, “acaso hubo búhos acá”; cada vez que encontraba una chasqueaba los dedos y apretaba los puños con aspavientos de triunfo. Eran esas de las contadas veces que sus gestos le hacían parecer humano. Había algo en su aspecto que estremecía, por eso me gustaba hacer determinados trabajos con él. Tenía un rostro pétreo y alargado, de sobresaliente mentón y completamente picado de viruela, nariz ganchuda y unos ojos grises como el acero, tan resecos y minúsculos que helaban la sangre; una mueca de desprecio jalonaba de manera constante el lugar donde debía estar su boca que jamás en todos aquellos años había visto abrir para sonreír, salvo cuando encontraba alguna de esas frases chifladas; sorprendía que no se quebrara al caminar viendo el saco de huesos y la planta espigada como el Big Ben que arrastraba en pasos cortos y perezosos. Había cumplido las 37 primaveras hacía apenas tres días, lo recordaba bien porque era el número que tengo escrito junto a mi puerta, pero sobre todo por el festín de ron y mujeres que nos habíamos regalado ese día para celebrarlo; Tanto libertinaje era extraño en un tipo como él y me sorprendió que me invitara.

Cheers continuó inmutable durante unos segundos delante de la puerta y frente a mí, esperando no sé qué, mirándome fijamente y sin apenas mostrar emociones como en él era habitual; tampoco dijo nada, solo realizó ese gesto que yo tan bien conocía y que hizo que comenzase a orinarme encima; con parsimonia, abrió su chaqueta como James Cagney en “El enemigo público”, sacó su Baretta y me descerrajó dos tiros. Después, volvió a guardar la pistola humeante en la cartuchera que le colgaba bajo la axila y se giró sin que un solo ademán delatara remordimiento alguno por haberme matado; tras cumplir su trabajo, alejó su amistad de hielo con paso firme al tiempo que restallando los dedos me sentenció su último hallazgo: —No subas, abusón

No me lamenté ni le culpé, ambos sabíamos que en nuestro oficio se moría joven y que los papeles podían haber estado cambiados. Ahora, tirado en el suelo del zaguán de mi propia casa, desangrándome como un cerdo por la herida que las certeras balas han abierto en mi pecho, es cuando tengo claro que aquella tarde que el jefe me envió a vigilar a su chica, tuvo malas consecuencias. Me queda el consuelo de que al menos gocé mi jodida condena. 

 
 

viernes, 20 de marzo de 2015

Los jueves relato: A través de la ventana



Reconozco que veía difícil participar en el jueves de esta semana, pero ayer cuando vi esta falla, que como todas las fallas de este año ya no existe, y luego repasé las fotos, lo tuve claro. Es este un relato básicamente visual...


Ventanas
Un día, la abuela Sonia trató de mirar a través de la ventana, 
  pero el mundo ya se había cerrado a sus ojos.









Fue entonces cuando escuché que “Dios nos dio los recuerdos para que pudiéramos cultivar flores en el invierno de nuestras vidas”. Pero ahora, a la abuela Sonia ya solo le quedaba invierno.







   "Yo sé que existo porque tú me imaginas". Angel González






-Loli, ¿Quieres ser mi novia?
-¿Qué?
-Ya me has oído ¿Que si quieres ser mi novia?
-Bueno vale, si quieres nos hacemos novios. Solo si me traes una nube.  

Modesto y Dolores (ARRUGAS)







                       "El Alzheimer borra el recuerdo, no los sentimientos". Pasqual Maragall
 



Un día, la abuela Sonia atravesó una de esas ventanas que no tienen retorno y se marchó sin abrir los ojos y sin saber siquiera quién es, ni quien fue. Pero su vida, sus huellas, su caminar por este loco mundo sí permanecerá para siempre en el recuerdo de todos cuantos la conocimos.

Falla: "Memorandus" de la comisión Bailén-Xativa


Las ventanas que me regaló Gaby